Gustavo Lobo Amaya - Eduardo Candía Jácome está vinculado ineludiblemente a la historia de la radio de Ocaña, su trayectoria cubre más de cinco décadas y aún sigue vigente en su profesión. Seguramente lo estará por mucho tiempo pues su poderosa voz, que cuida a cada momento, se mantiene intacta a pesar de tantos años de trabajo.
Antes llegar al fascinante mundo de la radio el mismo Eduardo cuenta, en un texto suyo, que La Voz de los Hacaritamas fue la primera emisora de Ocaña y emitió por primera vez el 1 de Junio de 1940, sus estudios y transmisores quedaban en el cerro de Cristo Rey. Los fundadores fueron Luis Lineros y Boanerge Castro, los locutores Urbano Pérez Sepúlveda y Jaime Lemus. La Voz de los Hacaritamas era sintonizada de noche pues era cuando había luz eléctrica, luego el horario de la luz se extendió de doce a dos de la tarde y la emisora empezó a transmitir en esa franja. Unos pocos años más tarde los hermanos Cesar y Amado Numa junto al técnico Rafael Areniz fundaron La Voz del Comercio, una emisora experimental que transmitía desde el antiguo Teatro Avenida, mucha gente se sentaba a oírla en las bancas de la plaza porque su señal se retransmitía por un megáfono ubicado en un billar cercano. A comienzos de la década de los años cincuenta Rafael Areniz, José Manuel Angarita Antonio Hernández y Juan de Dios Lobo fundaron la emisora “Ecos de Ocaña”, los transmisores quedaban en Cantarranas -un poco arriba de la actual Estación de Bomberos- y los estudios en el edificio San Antonio, exactamente en la esquina de la carrera ocho con calle trece, en el barrio El Altillo. Sus locutores fueron Jaime Lemus, Ary Osorio, Gabriel Neira, Jorge Elí Claro y los hermanos Ismael y Vicente Contreras. Después un empresario radial bumangués, Luis Eduardo Mantilla Sanmiguel, compró la emisora y trasladó los transmisores a La Gloria. La calidad de su sonido mejoró notablemente.
La televisión no había llegado a Colombia, por lo tanto la radio era muy importante en la vida cotidiana de las personas. El aparato de radio ocupaba un espacio privilegiado en la vida familiar y en la casas, algunos eran puestos en repisas altas. Cada familia se reunía junto al radio a oír música, noticias, pero sobre todo a disfrutar de las radionovelas que se hacían en aquellos tiempos: El Derecho de Nacer, Natacha, El Lobo del Mar, Arandú (El Príncipe de la Selva), etc. Desde muy niño Eduardo se aficionó tanto a la música como a la locución, ya adolescente pasaba varias horas oyendo emisoras de onda corta y larga en el radio Sanyo de Luis Candía, su papá. En las noches sintonizaba una emisora que marcó esa maravillosa época de su vida: Radio Santa Fé de Bogotá. A las 5 de la mañana emitía el programa “Hacia una vida mejor”, no era un programa de autosuperación o ayuda personal, simplemente motivaba a la gente a trabajar, a vivir, a reflexionar. Efrén Yepes Lalinde fue su locutor y creador, poseía una magnifica voz y hablaba con mucha profesionalidad, estas cualidades impactaron al inquieto adolescente, quien trataba de imitarlo. Sin embargo, con los años logró adquirir un estilo muy propio, aunque todavía se percibe en su voz el dejo nostálgico del ídolo. Eduardo, como muchos ocañeros, sintonizaba también el programa para oír los titulares de la prensa pues esta ¡llegaba con dos días de atraso! Otra circunstancia que lo acercó a la locución fue ser aprendiz de radioaficionado, su mentor era Ramón Solano, quien trabaja en la Zona de Carreteras. Una hora después de su salida del colegio, a las 11am, corría a casa de este a “curullar” (buscar estaciones), poco a poco fue conociendo el lenguaje del medio y haciendo amigos en Colombia y en el mundo. Incluso llegó a recibir una QC1 (una postal) de Europa. Aunque el horario de aprendizaje era hasta la una y media, él se las ingeniaba para estar toda la tarde. Cuando su amigo regresaba a casa se sorprendía de verlo todavía en la casa, pero se sorprendía más de la temperatura de los equipos. A veces permanecía hasta la una de la mañana hablando con nuevos amigos, primero contactaba uno luego dos, luego tres, y así sucesivamente hasta encontrar veinte personas que hablaban también entre si. En aquellas largas conversaciones radiales aprendió a improvisar y a manejar un poco la voz.
Pero la vida tiene inevitables conexiones y el inquieto adolescente no fue ajeno a ellas. Su papá era amigo del gerente de la emisora Alberto Mantilla Sanmiguel, pues se encontraban en el Café Siberia. Allí le comentó que a su hijo le gustaba la radio y practicaba con Ramón Solano, quería una oportunidad para él. Mantilla Sanmiguel recordó enseguida las transmisiones de Solano que interferían con la frecuencia de la emisora, de repente y en medio de un programa se oía una voz diciendo: “CQ40, llama y transmite la estación HK2NF desde Ocaña”. El gerente aceptó atenderlo. Eduardo se encontró en la calle a Carlos Navarro Torrado, locutor de Ecos de Ocaña, y le contó el resultado de la reunión. Entonces, él mismo lo llevó a la emisora y le presentó a Mantilla, quien le dijo: “este domingo viene a leer la hora”. Trató de ir más allá y preguntó “¿no puedo anunciar un disco?”, la respuesta fue contundente, casi un regaño: “no señor, solo a leer la hora”. Corrió a su casa para avisarle a su madre -Clara Jácome- y a toda su familia la importante noticia: “mañana voy a hablar por la emisora”. El domingo vistió sus mejores ropas y se acicaló cuidadosamente, sin olvidar el gran copete untado de vaselina. Le temblaba todo el cuerpo de la emoción y del susto pues contaba tan solo con 15 años. Unos momentos antes de su debut entró a la cabina, ya al aire recordó a la audiencia los discos previamente tocados y luego anunció triunfalmente la hora: “en Ecos de Ocaña son las once y media de la mañana”. Esta corta frase lo emocionó tanto que marcó el rumbo de su vida. Debido a su edad fue consentido por los locutores mayores, Carlos Navarro Torrado le enseñó sus primeros pinitos y le aconsejó “tener un cantaito porque eso le gusta a las mujeres”. Alonso Fernández, un locutor pamplonés quien lo apodó “el ocañerito”, le ayudaba a imprimirle estilo a la voz y a practicar con un sistema que ahora parece rudimentario: sentarse frente a una vela metida en una botella, el truco consistía en hablar sin apagar el pabilo, solo moverlo. Practicaba hasta muy tarde de la noche, al comienzo el pabilo ni siquiera se movía o apagaba la vela, en algún momento logró doblarlo suavemente, para él fue como su graduación de locutor. Un día el gerente lo sorprendió al pedirle que anunciara un disco, recuerda vívidamente como lo hizo: “en la voz del creador del bolero ranchero, Pedro Infante, flor sin retoño”. A Mantilla Sanmiguel le gustó mucho su estilo. Empezó a hacer turnos hasta cuando se integró de tiempo completo, trabajaba de 7am a12m y de 2 a 6pm. Había días en los cuales tenia que leer 50, 60 o más cuñas en vivo, los efectos de sonido para estas se improvisaban con objetos cotidianos. Años después llegarían los discos con la hora grabada en discos. En Ecos de Ocaña realizó durante mucho tiempo el programa “Boleros Para Ti”. Además de Eduardo la emisora tuvo otros magníficos locutores: Alberto Mantilla Sanmiguel, Jairo Castellanos, Omar Antonio Santiago, Rodrigo Mantilla, Conde Vertí y Gregorio Mattos (samario). También contó con expertos controladores de audio como Orfal Gentil, Fanny Páez y Magola Torrado. La programación era popular y no dependía del locutor sino de la “discográfica”, una empleada que escogía 40 discos y escribía un libreto, al otro día invertía el orden y sonaban las mismas canciones. La rígida “discográfica” tenia un radio en su oficina para seguir la programación y asegurarse de su estricto cumplimiento, cuando no sucedía se armaba un gran lio. Los discos eran de 78 revoluciones y la gran aguja debía ser cambiada cada cierto tiempo porque se desgastaba rápidamente. Los programas y las radionovelas venían de Bogotá en cintas para grabadora de carrete. Los aparatos de la emisora eran de tubos muy grandes y la señal era enviada por línea telefónica desde los estudios a los transmisores en Cantarrana, un largo cable cruzaba más de media ciudad. A veces los vándalos cortaban de tajo o chuzaban el cable con un alfiler y se perdía la señal. Entonces, a un técnico - y a veces al mismo Eduardo- le tocaba buscar paso a paso donde estaba el daño. En la emisora había un radioteatro con piano, el público y los artistas asistían a las funciones vestidos de paño. El maestro Rafael Contreras Navarro hacía a la una de la tarde un programa musical en vivo -patrocinado por el almacén Silva Gómez- donde se presentaban reconocidos talentos locales como Blanca Sierra y las Hermanas Pérez (Yolima y Aida), el maestro Jesús Clavijo Solano las acompaño en varias ocasiones con el violín. A través de los siguientes años pasaron El Trió Hacaritama de Héctor José Páez, Jorge Elí Claro y Fernando García; Los Provincianos de Oscar Fajardo y los hermanos Lucho y Luis Duran; Los Albinos de Jesús Clavijo Solano, Efraín Jácome y Luis Carlos Rizo, los hermanos Alfonso y Carlos Carrascal Claro, Luis Páez con su clarinete; Las Hermanitas Melo (Ana Elvira y Mary Elsy), hijas del gran músico Carlos Julio Melo, quien también se presentaba con en el grupo Lira Ocañera , donde tocaba la trompeta. Por el programa también pasaron otros reconocidos talentos locales y también grandes artistas nacionales como Víctor Hugo Ayala, Alberto Osorio, los Hermanos Martínez, Los Tolimenses, y el trió Los Isleños. Los sábados entre siete y diez de la noche se hacía en el radioteatro el famoso programa Buscando Una Estrella, en el concursaron nuevos artistas como el grupo Los Diablito, donde tocaban Ramón Castro, Efraín Prince, Hugo Martínez, entre otros; otro grupo musical que concursó fue Montealbino de Lumar Sierra, Alfredo Sánchez, Jairo Barriga, Jorge Carrascal Pérez y ¡Eduardo Candía!, ganador en una ocasión. A veces el premio era una libra de café Dego, una marca local.
Infortunadamente, los dueños de la emisora pidieron cambió de frecuencia, para ellos era más rentable llevársela para Cúcuta (donde después se convirtió en Radio Internacional y ahora es parte de la cadena básica de RCN). Cuando Eduardo supo la noticia del cambio ideó un plan: le aseguró al papá que debía irse de transmisorista, luego averiguó donde estaba el carro con el trasteo y se presentó al chofer: “aquí me mandó el señor Mantilla para llevar los aparatos”. Así llegó a Cúcuta con 17 años y le inventó al dueño de la emisora otra mentira para salvarse: “aquí me mando su hermano para cuidar los aparatos”. Luis Eduardo Mantilla Sanmiguel lo recibió muy bien pero sorprendido. En Villa de Rosario trabajó en La Voz de la Gran Colombia (de la misma familia) donde hacia dos programas: uno diario llamado Buenos Días Colombia y el domingo en el radioteatro de la emisora, Colombia y Su Música, al cual debía asistir vestido completamente de gala. Eduardo participó en la inauguración de Radio Internacional en el Teatro Zulima, esa noche actuaron Víctor Hugo Ayala, Olimpo Cárdenas, Julio Jaramillo, Jaime Llano González y otros artistas de la época. Trabajó durante cinco o seis años en Cúcuta y regresó en 1963 para Ocaña, el motivo era un amor que ya había encontrado el suyo. Sin embargo, encontró otro amor: su esposa Aura Marlene Navarro con quien tiene tres hijas (ya es un abuelo chocho, como todos).
Cuando volvió Jorge Cabrales lo invitó a trabajar en su nueva emisora Radio Catatumbo, la cual ostentaba la última tecnología pues sus equipos habían sido importados de Estados Unidos. Los hermanos Alberto y Jorge Cabrales fueron pioneros de la radio en Ocaña, a principios de los años sesenta habían fundado la emisora, sus estudios estaban en el Edificio Cabrales de la calle once y los transmisores en Pueblo Nuevo. Durante muchos años hizo el programa Los Colombianos Madrugan y fue compañero de los locutores Omar Antonio Santiago y María Consuelo García, además se reencontró con Fanny Páez y su antiguo maestro Carlos Navarro. El control era Alfredo Castro, quien ahora es uno de los narradores deportivos más importantes de Colombia. De aquella época recuerda un curioso suceso que conmovió a Ocaña: una especie de mago charlatán rentó un espacio para hablar de esoterismo, naturismo, hipnosis, relajación, etc. La gente llamaba y él respondía muchas preguntas, pero siempre pedía visitar su consultorio en la calle tal. Una noche el programa fue para hipnotizar a los oyentes: les pidió que imaginaran un punto rojo y se concentraran en el, logró dormir a muchas personas y enviarles ordenes para hacer tal o cual movimiento, aunque algunas no despertaron cuando se los ordenó. Poco a poco la emisora se fue llenando de gente dormida que era llevada por familiares y amigos aterrorizados, él muy calmado esperó que hubiera varias y las despertó con un chasquido de los dedos. Cada cual preguntaba “que me paso”, “yo que hago aquí”, etc. La fama del mago se incrementó mucho pero le subieron el precio del programa y se marchó. Eduardo trabajó en la emisora hasta cuando fue comprada por la curia ocañera en 1973. Partió para Radio Sonar, otra emisora de los hermanos Cabrales, que había sido fundada en los primeros años de la década de los años setenta. Sus estudios quedaban en la calle del Dulce Nombre, frente al Seminario Menor. Fue compañero de Leopoldo Torres, mas tarde llegaría Alfonso López y un inquieto muchacho que apenas comenzaba su carrera: Mario Alfonso Echávez. Por los controles pasaron Betty Delgado, Magola Guerrero, Hugo Melo, Alfredo Luis García y Jorge Aycardy. En Radio Sonar hizo los programas Fiesta Vallenata y Tres Voces en el Cielo. Después de cinco o seis años volvió de nuevo a Radio Catatumbo, su hogar radial. Ese trajinar de una emisora a otra duró mucho tiempo. En algún momento las dos emisoras quedaron en la Calle del Dulce Nombre dentro del mismo edificio, estaban en un pasillo separadas por unos cuantos metros. Eduardo trabajó al tiempo en ambas y por un único sueldo, anunciaba tres canciones aquí y luego corría a anunciar otras canciones allá. En la década de los años ochenta llegó la frecuencia modulada (FM) a Ocaña con Rumba Estéreo, fue contratado de planta y realizó cada domingo el maratónico programa “Desenguayabe con Rumba Estéreo” de 7am a 12m, el tema era rancheras y vallenato clásico. En Rumba Estéreo fue compañero de Yesid Rodríguez, quien en ese momento era control y locutor. Luego de 5 o 6 años pasó a la emisora comunal Hacaritama Estéreo, trabajó unos cuantos meses y volvió a Radio Catatumbo.
Cuando todavía estaba allí le propusieron trabajar en la emisora de la UFPS de Ocaña, donde actualmente hace dos programas: Buenos Días Colombia de lunes a viernes y Serenata Colombiana toda la mañana del domingo.
Eduardo Candía sintetiza de alguna manera la historia de la radio de Ocaña, ya es uno de nuestros patrimonios vivientes. Aunque ha estado en el medio más de medio siglo, sigue amando su trabajo con la misma pasión que aquel lejano día cuando dio la hora en Ecos de Ocaña. Preso de una gran nostalgia habla muy emocionado de su larga trayectoria y también de sus proyectos futuros, cree que tiene mucho por hacer y sobre todo mucho para enseñar a las nuevas generaciones.
fuente: cocota.com
domingo, 28 de junio de 2009
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